La vacunación consiste en la administración de una sustancia que, introducida en el organismo, estimula la formación de anticuerpos semejante al que porta un microorganismo patógeno cuando infecta al individuo, pero sin producir la enfermedad. El propósito es conseguir una reacción intensa y duradera del sistema inmune, para que genere las defensas necesarias que lo mantengan alerta ante un contacto real con el agente infeccioso.
Con la vacunación se intenta «provocar» al sistema inmune del individuo para que genere «defensas» específicas protectoras; pero desde el punto de vista teórico esta práctica no está exenta de riesgos por cuanto se mimetiza el efecto del agente patógeno, aunque sea de una manera controlada. Ante este riesgo, es exigible que las vacunas sean seguras, que tengan el mayor nivel de inocuidad posible y que los trastornos derivados de su administración sean asumibles y no alcancen a los que produce la propia enfermedad.
Los niños pequeños carecen de las defensas que el organismo va creando progresivamente. Por ello son especialmente vulnerables a la práctica totalidad de infecciones, algunas de ellas muy graves. Con la inmunización se estimula al organismo del niño para que fabrique las defensas específicas necesarias para hacer frente a los agentes infecciosos contenidos en las vacunas. Para que el niño fabrique sus propios anticuerpos en cantidad suficiente, es necesario que esté en contacto con el antígeno varias veces. Las dosis de recuerdo sirven para conseguir elevar la tasa de anticuerpos producidos por el organismo.
Existen algunas dudas generalizadas sobre la vacunación, por ejemplo si se puede realizar en pacientes bajo tratamiento antibiótico. En dicha situación es posible hacerlo siempre que no exista un cuadro febril. En este caso se podrá vacunar durante la convalecencia de la enfermedad aunque se continúe con el tratamiento antibiótico. Otra de las dudas surge ante los niños que han interrumpido el esquema habitual de vacunación. Los niños incompletamente vacunados no necesitan reiniciar de nuevo la pauta de vacunación, sino proseguirla hasta completar las dosis que faltan.
Del mismo modo, no es cierto que haya que retrasar la inmunización de un niño porque tenga catarro de vías altas, gastroenteritis, infección por diferentes virus o esté en fase de convalecencia. Por último señalar que la reacción secundaria no grave o la fiebre menor a 40 grados en dosis vacunales anteriores no contraindican la de recuerdo. Además, ser un bebé prematuro o mantener lactancia materna son factores que no tienen nada que ver con la administración de una vacuna a su debido tiempo.
No lo olvide: Pregunte siempre a su farmacéutico. Él le informará sobre éstas y otras cuestiones relacionadas. Y recuerde que la intervención farmacéutica supone una elevada garantía en el proceso global de adecuación, efectividad y seguridad de los tratamientos con medicamentos.
Fuente: Portalfarma